miércoles, 1 de febrero de 2012

    El por qué de este blog    
     No sé por qué he tardado tanto en "administrar" un blog. Pero ya lo sé: ante las dificultades para publicar un artículo, para dar contestación a una opinión ajena, para contrastar criterios, para juzgar incluso el trabajo de los demás. Así que voy a abrir el mio, que tendrá además otra finalidad: proporcionar materiales de trabajo a mis lectores. No se asusten, que va a ser gratis. A lo largo de mis muchos años de investigación en archivos (nacionales, provinciales, municipales y parroquiales) he ido acumulando documentación ya imposible por mi parte de articular en trabajos por la multiplicidad de temas a que hacen referencia, por lo que he decidido irlos agrupando y darlos a conocer (aunque a veces sólo se trate de una signatura) a otros posibles investigadores para su utilización. Habrá errores (espero que no muchos) pero a alguien le servirán.

    Algo que me ha parecido especialmente atractivo en esta "administración" es que cuando alguna respuesta no sea de mi agrado, la puedo borrar y no dar a conocer. Escribo con el ejemplo. Supongamos que encuentro en otro blog o en un escrito ajeno, referencia a mi persona o a mi trabajo. Lo encuentro inadecuado, ofensivo, incluso falto de veracidad, y contesto. Pongo en claro las cosas, rebato las afirmaciones, explico la verdad y la persona a quien dirijo el escrito queda como un trapo y sobre todo quedan de manifiesto algunas otras irregularidades... Pues bien, quien recibe esa contestación, que naturalmente puede dañar una imagen de sabio ingenioso o de bondadoso y riguroso escritor, sencillamente la elimina y quien ha puesto reparos a sus afirmaciones queda en un ominoso silencio que se interpreta como una falta de argumentos para rebatir lo que quedó escrito. ¡Bendito blog! Por ello, advierto que sólo admitiré contestaciones de turiferarios. Preparen navetas e incensarios o callen para siempre.
    Otra virtud de los blogs es su facultad para desarrollar ejercicios de humildad. Leyendo algunas autobiografía, cursos, cursillos, conferen- cias, publicaciones, asistencia a congresos y reuniones, lecturas, etc., te  dejan tan abrumado que llegas a pensar que has desperdiciad completamente tu tiempo, que no ha dado apenas frutos para llenar media solapa de un librejo. También es verdad que a veces cabe preguntarse cómo han podido abarcar tanto (a menos de gozar de don de ubicuidad como la monja de Ágreda) mientras generalmente (ya que la mayoría son docentes) tenían a su cargo la  formación de los alevines de sabio. ¡Seres renacentistas, abarcadores de toda ciencia y dispensadores de todas las sabidurías! También es cierto que a veces el resultado de tanta investigación puede ser "Huellas de la cultura española en el desierto de Gobi", "La rana de dos colores y su integración en comunidades dispares" o "El soneto antifiláctico y su difusión por Europa tras la expulsión de los jesuitas españoles por Carlos III", o así, sin citar las opiniones sobre temas personales que se pueden expresar a los amigos, sin dar la vara a los lectores del blog, en una tarjeta postal por ejemplo, o creyendo que descubres un mundo con noticias que se pueden encontrar en cualquier "Guide bleu". Desde ahora les aseguro que no voy a opinar sobre materias que desconozca. Sólo escribiré de lo que medianamente sé, pero ya les advierto que, siguiendo la norma general, mis respuestas serán muy limitadas. Sólo díganme qué temas pueden interesarles por si tengo algo que les pueda servir. Gracias.     
    
Mi primera intervención es:

Algunas veces hay que contestar
Mercedes Agulló y Cobo, CBE
En el último número de Ínsula (1), monográfico con el título Nuevas trazas para la ficción de pícaros, publica A. Rey en sus páginas 16-18 un artículo, Tras las huellas del autor del Lazarillo, cuya lectura merece algunas puntualizaciones.
Se inicia con una dogmática afirmación: “El Lazarillo es una novela anónima”, con la cual Rey podía haber dado fin a su trabajo, porque ¿qué huellas y de quién vas a seguirlas? La continuación es la conocida retahila de atribuciones en una exposición más propia de un maestro que da cuenta por vez primera a sus alumnos de un tema para ellos desconocido que de un profesor universitario que se dirige al público supuestamente culto y enterado de una revista como “Ínsula”, con datos procedentes de cualificados investigadores y que no le merecen el más mínimo comentario. Menos mal que declara no tener tiempo ni espacio para ofrecernos la nómina completa… Todo ello transcurre como el más reposado relato hasta llegar al “hallazgo” (ni la palabra es mia ni su difusión mediática) del “legajo de correcciones de Lazarillo y Propaladia” de que di noticia en su dia en A vueltas con el autor del Lazarillo (2).   Aquí la cosa cambia y Rey para apoyar su rechazo a mi atribución de la obra a Hurtado de Mendoza (posible, no seguro autor), recurre nada menos que a la filóloga Navarro, tan prestigiada en el mundo de la investigación lazarillista como valorada por sus elucubraciones sobre Alfonso de Valdés, la cual hace año y medio, al aparecer mi libro, con la delicadeza que la caracteriza, tuvo a bien dedicarme unos denigrantes calificativos, sin pasar, naturalmente, de la lectura de las primeras 37 páginas de la obra. Pues bien, Rey (y permítaseme este trato de confianza, dada la familiaridad con que él habla de mí), con tan bien informada valedora, transcribe literalmente los párrafos de la filóloga, con quien -según su declaración- coincide totalmente. Por cierto, dada su amistad con ella, podría indicarle que precisamente archivera (profesión que a ambos parece darles escalofríos) es una de las que no he ejercido; puede llamarme (y usted) doctora, Directora de Museos, investigadora, historiadora del Arte, paleógrafa, autora de una Tesis de ineludible consulta para los investigadores de temas del libro y la imprenta (hoy en la “red” por solicitud de la propia Universidad Complutense) o Commander British Empire (que también lo soy), pero, -y lo lamento- archivera, no.
Rey, cervantista, según parece no demasiado interesado en temas de picaresca, por lo menos hasta ahora, una vez salvado -al alimón con Navarro- el “hallazgo”, prosigue con su tema, repitiendo incansable todo cuanto los demás han dicho, y nos ofrece lo que denomina de manera rimbombante “perfil ideológico, social e incluso vital de su autor, aunque sea hipotéticamente”: que era toledano o había vivido en Toledo (A vueltas, pp. 49-50),  que había estudiado en Salamanca, (Id. p. 44), que era un humanista destacado “entre los mejores de su tiempo” (Id. p. 48), buen conocedor de los clásicos (Id.`p. 47),  esforzado por crear “un estilo distinto al suyo habitual” (Id. p. 47) y “cercano al erasmismo” (Un par de vueltas más). ¡Estos sí que son hallazgos! No olvida repetirnos el tema de la pobreza de su tiempo y las medidas oficiales tomadas contra los pobres, la referencia a los Gelves (A vueltas, p. 47),  a las Cortes de Toledo, (Idem íd.), a la expresión de “los cuidados del Rey de Francia” (Id. pp. 50-51) en fin a los temas archiconocidos y archiestudiados de la novela, y que no fueron descuidados sino destacados en mi libro. Si el filólogo, en vez de limitarse a seguir a Navarro, en el año y medio transcurrido desde la publicación de A vueltas con el autor del Lazarillo, hubiera leido mi libro, encontraría los razona- mientos (no absurdos) según los cuales todos y cada uno de los puntos que él trata fue- ron ya debidamente expuestos por mí, ninguno de los cuales repugna la autoría de don Diego. Léame y encontrará muchas más razones que puede agregar a su farragosa retahila y no olvide tampoco la lectura de Un par de vueltas más, trabajo aparecido en la revista Lemir (3).Creo que con otro año y medio le bastará.
Notas:
1.- Nº 778. Octubre 2011
2.- Calambur, 2010
3.- Lemir 15 (2011): 217-234


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