El texto que va a continuación andaba perdido y no ha debido tener difusión ninguna. Como creo interesante su contenido, lo incluyo ahora para conocimiento de mis posibles lectores.
En el último número de Ínsula (1), monográfico con el título Nuevas trazas para la ficción de pícaros,
publica A. Rey en sus páginas 16-18 un artículo, Tras las huellas del autor del Lazarillo, cuya lectura merece
algunas puntualizaciones.
Se inicia con una dogmática afirmación: “El Lazarillo es una novela
anónima”, con la cual Rey podía haber dado fin a su trabajo, porque ¿qué
huellas y de quién vas a seguirlas? La continuación es la conocida retahila de
atribuciones en una exposición más propia de un maestro que da cuenta por vez
primera a sus alumnos de un tema para ellos desconocido que de un profesor
universitario que se dirige al público supuestamente culto y enterado de una
revista como “Ínsula”, con datos
procedentes de cualificados investigadores y que no le merecen el más mínimo
comentario. Menos mal que declara no tener tiempo ni espacio para ofrecernos la
nómina completa… Todo ello transcurre como el más reposado relato hasta llegar
al “hallazgo” (ni la palabra es mia ni su difusión mediática) del “legajo de
correcciones de Lazarillo y Propaladia” de que di noticia en su dia
en A vueltas con el autor del Lazarillo (2). Aquí la cosa cambia y Rey para apoyar su
rechazo a mi atribución de la obra a Hurtado de Mendoza (posible, no seguro
autor), recurre nada menos que a la filóloga Navarro, tan prestigiada en el
mundo de la investigación lazarillista como valorada por sus elucubraciones
sobre Alfonso de Valdés, la cual hace año y medio, al aparecer mi libro, con la
delicadeza que la caracteriza, tuvo a bien dedicarme unos denigrantes
calificativos, sin pasar, naturalmente, de la lectura de las primeras 37
páginas de la obra. Pues bien, Rey (y permítaseme este trato de confianza, dada
la familiaridad con que él habla de mí), con tan bien informada valedora,
transcribe literalmente los párrafos de la filóloga, con quien -según su declaración-
coincide totalmente. Por cierto, dada su amistad con ella, podría indicarle que
precisamente archivera (profesión que a ambos parece darles escalofríos) es una
de las que no he ejercido; puede llamarme (y usted) doctora, Directora de
Museos, investigadora, historiadora del Arte, paleógrafa, autora de una Tesis
de ineludible consulta para los investigadores de temas del libro y la imprenta
(hoy en la “red” por solicitud de la propia Universidad Complutense) o Commander
British Empire (que también lo soy), pero, -y lo lamento- archivera, no.
Rey, cervantista, según parece no demasiado interesado en temas de
picaresca, por lo menos hasta ahora, una vez salvado -al alimón con Navarro- el
“hallazgo”, prosigue con su tema, repitiendo incansable todo cuanto los demás
han dicho, y nos ofrece lo que denomina de manera rimbombante “perfil ideoló- gico,
social e incluso vital de su autor, aunque sea hipotéticamente”: que era
toledano o había vivido en Toledo, que había estudiado en Salamanca, que debió
ser alguien muy cercano a la
Iglesia , que era un humanista destacado “entre los mejores de
su tiempo”, buen conocedor de los clásicos, esforzado por crear “un estilo
distinto al suyo habitual” y “cercano al erasmismo”. Estos sí que son
hallazgos. No olvida repetirnos el tema de la pobreza de su tiempo y las medidas
oficiales tomadas contra los pobres, la referencia a los Gelves, a las Cortes
de Toledo, a la expresión de “los cuidados del Rey de Francia”, en fin a los temas
archiconocidos y archiestudiados de la novela. Si el filólogo, en vez de
limitarse a seguir a Navarro, en el año y medio transcurrido desde la
publicación de A vueltas con el autor del
Lazarillo, hubiera leido mi
libro, encontraría los razona- mientos (no absurdos) según los cuales todos y
cada uno de los puntos que él trata fue- ron ya debidamente expuestos por mí, ninguno
de los cuales repugna la autoría de don Diego. Léame y encontrará muchas más
razones que puede agregar a su farragosa retahila y no olvide tampoco la
lectura de Un par de vueltas más, trabajo
aparecido en la revista Lemir (3).
Creo que con otro año y medio le bastará.
Notas:
1.- Nº 778. Octubre 2011
2.- Calambur, 2010
3.- Lemir 15 (2011): 217-234